Justino
se acerca a la higuera apoyado en el bastón, tantea algunos higos y elige uno
maduro. Benicia lo observa desde la silla donde cose unas enaguas. Él abre el
fruto con delicadeza y una sonrisa le estira las arrugas de la cara. Se vuelve
hacia su mujer, que rápidamente baja la vista cansada a la costura, y unos
hoyuelos como dedales se le marcan en las mejillas surcadas. Benicia se pincha
un dedo con la aguja, se lo lleva a la boca y alza la mirada.
—¡Cómo
me engatusaste, zalamero! —le dice. Luego alarga la mano para recibir la mitad
del higo que Justino le ofrece abanicando la sonrisa—. ¡Anda, pon los higos a
secar, zamacuco!
***
Con este
microrrelato participo en la iniciativa de Acuática para que escribamos "Un cuento antes del fin del mundo". Si queréis esperar leyendo, AQUÍ
encontraréis más de sesenta microrrelatos que son como el Amén de la
literatura.