Es el colmo, me he
muerto y al entrar al cementerio me han dicho que si estoy dado de alta como
finado que teclee el nombre y el RIP del nicho; si, por el contrario, era la
primera vez debía registrarme, y que en el caso de haber perdido la contraseña
respondiera al epitafio clave «¡Levántate, pájaro!» y me enviarían un
recordatorio a mi correo póstumo. Me da rabia pues siempre he sido muy
ordenado, aquí tengo la carpeta Windows con el certificado de defunción, acta
de últimas voluntades, póliza del seguro de fallecimiento —por fin podré
cobrarla— y los impresos para que mi mujer tramite la viudedad que tanto temía
no llegar a disfrutar, pero la clave de acceso al camposanto no aparece. Soy
miedoso en esto de darme de alta en las web de empresas desconocidas,
temo que me entre un virus, también me amedrenta entrar en el cementerio y que
me llene de troyanos y gusanos. En el servicio militar nos enseñaron aquello
del «santo y seña» para las guardias, y que si no se respondía correctamente
disparáramos a matar, pues eso deberían hacer aquí, si desconoces la
contraseña: ¡que te disparen a resucitar!
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Con este microrrelato he participando en el concurso Esta noche te cuento que con motivo del Día de los Difuntos tenía como lema los epitafios.
AQUÍ podéis leer el relato en la página de los organizadores.