Escultura de Bruno Catalano
No
veo mi reflejo en el cristal de la oficina de subsidios pero sé dónde se ha
quedado. Todas las mañanas, cuando iba al trabajo, me cruzaba con él en un
escaparate. Mientras yo escribía informes, él permanecía en casa encargándose
de los asuntos familiares. Por la tarde, al finalizar la jornada, nos volvíamos
a cruzar y si yo limpiaba el comedor, él estudiaba en la empresa cómo
desarrollar el nuevo producto.
La
primera vez que nos ocurrió fue en la vidriera de la inmobiliaria; meses
después, frente a la tienda de trajes de novios y así en sucesivos comercios:
muebles del hogar, agencia de viajes, ropas de bebé, papelería escolar, trajes
de comunión. El caminar era pausado y apenas se trenzaban las miradas, salvo en
la época que coincidimos frente a la clínica: él atendía a mi mujer y yo
meritaba en la oficina por el ascenso. Más tarde empezamos a cruzarnos en los
escaparates de artículos de lujo. Entonces coloqué en el despacho una foto
familiar y él pasaba el día en el club.
Hoy se ha quedado en casa, sé que está asomado al balcón y que observa un monstruo que desde el jardín le hace señas.
Hoy se ha quedado en casa, sé que está asomado al balcón y que observa un monstruo que desde el jardín le hace señas.
* * *
Con este microrrelato he participado en la propuesta del mes de junio (con el tema «En el espejo», homenaje a Alicia, de Lewis Carroll) del concurso «Esta noche te cuento».
Pinchad AQUÍ si queréis leer el relato y los comentarios recibidos en el blog de los organizadores.